Psicología de la inversión: por qué las pequeñas mejoras pasan desapercibidas.

psicología juega un gran papel en cómo gestionamos nuestras finanzas personales. Nos guste o no, somos menos racionales de lo que cabría esperar al tomar decisiones sobre nuestro dinero y nuestras inversiones. Así es como se explican los momentos de pánico vendedor injustificados y también esa euforia vendedora desmedida. A esto se le conoce como psicología económica o también neuroeconomía.El mandato básico de “dejar correr las ganancias y recortar las pérdidas” tan repetido entre los inversores bursátiles no es tan fácil de seguir. Por eso la bolsa no siempre es la mejor forma de empezar a invertir para todo el mundo.La economía conductual es la que se encarga de estudiar la forma en la que actúa nuestra mente al enfrentarse a la toma de decisiones financieras. A lo largo del tiempo ha descubierto que somos, como se titula el libro de Dan Ariely, irracionalmente predecibles y que nos guiamos por sesgos conductuales. En palabras, que ante un determinado estímulo es fácil que nuestro cerebro actúe de una forma determinada.Dos de estos sesgos o patrones conductuales son el sesgo del optimismo por un lado y el sesgo de la persistencia de lo negativo, por otro y que, juntos, conforman esta economía del comportamiento.

La economía psicológica, un factor a la hora de invertir

El sesgo de la persistencia de lo negativo explica por qué es más fácil que te fijes en una noticia de carácter negativo que en una positiva y cómo la primera prevalece en la mente frente a la segunda. Este sesgo se alimenta de otro de los más potentes, el que está detrás del 90% de las malas decisiones financieras del inversor novato y parte del motivo por el que funcionan tan bien los reclamos del tipo “oferta especial por tiempo limitado, no te la pierdas”: la aversión a la pérdida.Si hay algo que el ser humano odia por encima de cualquier cosa es perder y equivocarse. Esta aversión a la pérdida hace que recojas ganancias antes de tiempo y que tiendas a fijarte más en las noticias negativas que en las positivas.Un artículo publicado por Irrelevant Investor lo explica muy bien indicando como muchos de los pequeños signos de mejora económica pasan desapercibidos, algo que no ocurre con los negativos. El autor lo expresaba de forma muy gráfica ilustrando lo fácil que puede resultar hacer un “muro de las preocupaciones” como el siguiente.Y sin embargo, hacer un muro del optimismo como el siguiente resulta mucho más complicado:

muro del optimismo 2017

Entonces, ¿Cómo es posible que un sesgo conductual nos invite al optimismo? La clave de este sesgo es que se retrata de un optimismo que ya está sesgado y que se ayuda de otro patrón: tendencia a confirmar nuestras propias creencias.

Optimismo y sesgo de confirmación

Para que lo entiendas mejor, ese optimismo es el que hace que sólo por comprar un fondo este va a subir, que tu inversión irá bien una vez has puesto en marcha tu plan o que esa acción subirá. De hecho, eso es lo que pensaban los particulares que en su día compraron Terra en máximos y vieron desplomarse el valor. Tenían la esperanza de que subiría.Además, este sesgo se retroalimenta del sesgo de la confirmación, que lleva a nuestra mente a fijarse más en las noticias que poyen nuestra teoría. La segunda película de Darren Aronofsky, “Pi, fe en el caos” es un gran ejemplo.

Estos dos patrones son claves para explicar la mayoría de errores de inversión y también para detectar timos bursátiles. Es el famoso triumbirato de “gana rápido, sin riesgo y sin esfuerzo” que verás cuando intentan colarte un sistema automático infalible, por ejemplo. Todo inversor está expuesto a pérdidas. Ni si quiera el mejor asesor financiero del mundo puede garantizar que tendrás una alta rentabilidad para tus ahorros sin asumir riesgos o la posibilidad de sufrir pérdidas en algún momento del camino. La clave está en saber cuánto estás dispuesto a perder según tu perfil y tener claro tu horizonte de inversión. En otras palabras, si quieres ahorrar e invertir para tu jubilación no deberías desesperarte por esos altibajos durante la trayectoria.