No todos los productos de ahorro son iguales para Hacienda. La Agencia Tributaria premia unas formas de invertir frente a otras en la declaración de la renta. En esta distribución de ventajas, los fondos de inversión son de los que mejor parados salen.

Cómo tributan los fondos de inversión

Los fondos de inversión forman parte de las rentas del ahorro en el IRPF y más concretamente de las ganancias y pérdidas patrimoniales. Al hacer la declaración de la renta deberemos incluir el dinero que hayamos ganado con nuestros fondos de inversión.

Eso sí, como ocurre con el caso de las acciones, sólo hay que poner lo que realmente hayamos ingresado en nuestra cuenta. Si nuestro fondo acumula una subida del 50% en 2017 pero no hemos vendido nuestras participaciones, no tendremos que tributar.

En caso de hacerlo, pagaremos impuestos por la diferencia entre el precio y el precio de compra. Ese dinero se sumará al resto de rentas del ahorro y después se aplicarán los siguientes tipos.

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Además, en caso de que hayamos perdido dinero con un fondo, podremos restarlo a otras ganancias patrimoniales y si hemos perdido en el conjunto del año, dispondremos de cuatro ejercicios para compensar esas pérdidas con ganancias.

Ventajas fiscales de los fondos de inversión

La ventaja fiscal de los fondos de inversión estriba en la exención de tributar por las ganancias en caso de reinvertir en otro fondo. En otras palabras, si traspasas el dinero de un fondo a otro no tendrás que pagar impuestos en la declaración de la renta. Sólo cuando el dinero llegue efectivamente a tus manos y no reinviertas tributarás.

Esta exención por traspaso y reinversión permite aprovechar el interés compuesto y ahorrarnos un mínimo del 19% de las ganancias por cada cambio que de otra forma tendríamos que pagar a Hacienda.

Un ejemplo práctico: fondos frente a acciones a largo plazo

La mejor forma de entender la envergadura de esta ventaja fiscal es a través de un ejemplo concreto, el de Pedro y Juan. Pedro invierte en bolsa y tiene una cartera bien diversificada de acciones, mientras que Juan prefiere los fondos de inversión. Ambos están constantemente moviendo su dinero, de manera que usan lo que consiguen en una operación para continuar haciendo crecer su patrimonio.

En 2016 Pedro invirtió 50.000 euros y ganó un 10% o 5.000 euros en bolsa. Su broker directamente le retuvo un 19% a cuenta del IRPF, la cantidad que después ha tenido que pagar al hacer la renta 2016. Es decir, Pedro empezó 2017 con 54.050 euros. Juan también obtuvo ese mismo rendimiento, pero como reinvirtió el dinero en otro fondo, comenzó 2017 con 55.000 euros en cuenta.

En 2017 a ambos les está yendo bien, esperan cerrar el año con otro 10% de beneficio. Para Pedro eso supondrá ganar 5.405 euros, de los que Hacienda reclamará 1.026,95 euros. Al principio de 2018 tendrá en su cuenta 58.428,05 euros. Por su parte, Juan ganará más dinero (su capital de partida es mayor). Sumará 5.500 euros de beneficios, por los que no pagará impuestos y empezará 2018 con 60.500 euros en cuenta.

En apenas dos años la diferencia ya es de más de 2.000 euros. Ahora imagina lo que podría pasar en un plazo de 10, 20 o 30 años, que es cuando el interés compuesto realmente se deja sentir.